Cuando hablamos de proteccionismo, básicamente nos referimos a un país cuya economía permanece restringida al comercio exterior, pudiendo mantener restricciones tanto a las compras (importaciones) como a las ventas (exportaciones) que se se puedan realizar con el sector externo. Las formas más comunes de establecer una política proteccionista es a través de impuestos que encarezcan el comercio con países extranjeros. Estos son los gravámenes conocidos como "retenciones" y "aranceles". Los primeros recaen sobre las exportaciones mientras que los segundos gravan las importaciones. En este ámbito es célebre también la "cuota Hilton", la cual consiste es un cupo de exportación de carne vacuna que la Unión Europea otorga a países productores y exportadores de carnes a fin de limitar el ingreso de carne extranjera a sus países.
La justificación a estos argumentos por lo general radica en cuestiones tales como proteger la industria nacional, que la producción local se oriente hacia el mercado interno o simplemente mantener la cuenta corriente en equilibrio.
La realidad es que estas políticas a largo plazo terminan siendo nocivas para la economía, ya que una economía abierta al mercado externo favorece la competitividad de la industria local, debido a que las empresas se ven obligadas a producir bienes de excelente calidad a un menor precio de manera que la oferta foránea no capte toda la demanda interna. Para ello es necesario la acumulación de capital y la incorporación de alta tecnología al proceso productivo, de manera que este último se optimice. Estas mejoras se hacen difíciles de incorporar cuando la importación de insumos y bienes de capital extranjeros se vuelve cara producto de aranceles o cuando existen otras medidas que limiten su adquisición. Por otro lado tenemos a los consumidores, quienes resultan ser los más perjudicados en esta historia, puesto que el proteccionismo los enfrenta a una menor oferta de bienes que no necesariamente serán de la mejor calidad y cuyos precios serán más elevados en comparación a los que habría si las importaciones no estuvieran restringidas.
Un ejemplo de economías competitivas pueden ser las naciones europeas tales como Alemania, Francia e Inglaterra, las cuales mantienen elevados niveles de exportaciones, lo que les permite mantener sus monedas altamente revaluadas. Inglaterra no forma parte de la zona euro, pero sí lo hacen Alemania y Francia, y son estos dos los grandes responsables de que la moneda europea mantenga su valor ya que el resto de las economías europeas no goza de los mismos niveles de competitividad. ¿Cómo influye esto último en la determinación del tipo de cambio? a través del flujo de capitales. Es decir, un país netamente exportador goza de grandes entradas de divisas que permiten mantener una alta oferta de moneda extranjera en el país. Cuando la oferta es abundante, el tipo de cambio baja ya que la divisa pierde valor (baja el tipo de cambio, la moneda local se aprecia). Lo contrario ocurre cuando la entrada de divisas se detiene, la oferta es escasa y el valor de la moneda extranjera aumenta (el tipo de cambio aumenta, la moneda local se devalúa).
Lo que hay que darle a las empresas no es mercado protegido con trabas artificiales sino que se les debe brindar mucha competencia y un Estado que no entorpezca la capacidad de innovación de la gente, sino que la estimule. Tal vez en el corto plazo no sea conveniente una apertura abrupta al mercado externo, pero sí será conveniente una apertura gradual a mediano y largo plazo, de manera que se le dé al empresariado local la oportunidad de adaptarse a las nuevas exigencias del mercado.
Una empresa con grandes niveles de competitividad es capaz de subsistir por sí sola y generar grandes niveles de rentabilidad sin la ayuda ni la protección estatal.